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En los sesentas, nombraron a mi abuelo ministro de justicia del primer gobierno socialista con un presidente judío. Fue ministro durante casi veinte años.

Cuando era niña mi abuelo me aburría, siempre estaba leyendo el periódico. Luego me gustaba estar con él y lo admiraba porque luchó contra la pena de muerte, implantó vacaciones para los presos en las cárceles y legalizó el aborto y la homosexualidad. Alguna vez le oí decir: la diferencia intelectual entre un Magistrado Superior de Justicia y un niño de cuatro años es mínima.

 

Y pienso con frecuencia en otra frase suya: El dinero hay que tirarlo por la ventana para que regrese por la puerta.

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